Habían llegado a un acuerdo. Desviaban su ansiedad hacia un día y hora ajustada con anterioridad. Eso, pensaban, ordenaría el tiempo de no verse hacia el tiempo de encontrarse o de, simplemente, hablar un rato con tranquilidad. Comenzaron entonces los largos silencios, las conversaciones no encontradas. Incluso anotados en una libreta, como ella había hecho, los momentos en que más se añoraban no se encontraban, no podían trasladarse a otro día, a otro lugar, para entonces el tiempo se había encargado de limar emociones, de construir horizontes de calma en cada una de sus miradas, espacios donde no confluía más que dolor al pensarse de otra manera, en otro lugar, otro tiempo. Ella siempre acababa con la misma frase: esto es cada vez más difícil. Y él no quería escucharla e insistía en otra fecha, otra llamada, arreglar un encuentro, verás cómo puedo, todo es posible si queremos –decía... Fue entonces cuando llegó la carta en la que ella se despedía para siempre... Sé que nunca podría hacerlo de palabra, es mejor así y tú también lo sabes, no somos si no las vías por las el tren que transita. Hoy mismo estaré ya en otro lugar del que no quiero que sepas. He tenido que deshacerme de todo lo que no puedo llevarme, en cierto modo comienzo una nueva vida y espero que eso nos ayude a los dos, ya lo ves, no cura siempre el amor como creíamos, al final aquellos tres días no hicieron más que alimentar el tiempo que estuvimos sin vernos. Fueron veintitrés años ¿cuántos serán ahora? No hay tiempo amor, es demasiado tarde... Dioss!!! Es que me encargaron un texto para una radionovela, estoy con las correcciones, pero no doy acabado, es este corazón que, creo, va a su aire... ¿alguna sugerencia para la canción principal?... Se agradecería.
