17.10.10

solpor


Ahora ese trecho enorme, hasta que llegue el día,
rellenarlo de sueños, de caricias, de juegos,
una película en sesión continua...
Que todo vale
hasta apagarse el último rescoldo
de la hoguera inventada para pasar la noche.
Date la vuelta, sabes bien que el ocaso me remueve por dentro.
Dime que es otro día, que estoy vivo,
que al ponerme delante del espejo
veré enfrente al que ayer se emocionaba
pasmado ante la muerte, tan hermosa,
de un día más contigo.

14.10.10

todo bien















Antes del sentimiento de alegría, adiviné -viendo la televisión- sonidos repetidos en las bocas de las mujeres que esperaban, no era difícil, tampoco las cadencias, escuchar como hilaban y deshilaban sentimientos que de tan ciertos ni siquiera sabían que existían; nombres que habían soñado especialmente para ellos; nombres que al pronunciarlos eran esos abrazos y otros, mucho más cerca, más adentro, sin expresión por ser los más soñados. En blanco y negro veíamos las mujeres comiéndose los labios mientras tranquilizaban a sus hijos intentando dormirlos, después la puerta que se abría y de lo negro de la noche algo mucho más negro que sonreía: hoy he tenido suerte. Y el baño en el barreño de cinc y las noticias de los compañeros que no lo habían logrado, y la rabia. El abuelo Victor. No me digáis que durante este tiempo de espera no volaron estas imágenes en vuestras cabezas. Sin embargo fue una máquina, un cálculo impecable, la precaución de un refugio, allá en lo hondo, para sobrevivir el tiempo necesario, y un sacacorchos que los fue subiendo de uno en uno, hombres a los que habían preparado psicológicamente, hombres con los ojos tapados por unas gafas de astronauta para que no viéramos en ellos los restos de la casi tragedia, los enfermos salieron sanos y los sanos sonrientes y habladores. Compararlo con el encierro de León y la salida de los mineros huelguistas cantando el Santa Bárbara Bendita del otro día es como si pasamos del 16mm a la alta definición entre que sube y no sube el eficaz sacacorchos. Este mundo casi virtual destroza la épica minera, y reconvierte la visión del sector y del espectador para siempre, la del espectador seguro, porque ahora vendrá el chorro de imágenes, la casa de cada uno, los sueños por cumplir, los niños sorbiendo los mocos y la Carbonero, allá en lo hondo, poniéndose en la piel del minero mientras llora Casillas.

8.10.10

mañana



Cando te vaias, se te vas un día, non vaias lonxe que me vou contigo, que quen arde de amor non podería vivir sen o volcán do teu abrigo... (X.C. Gómez Alfaro)

Mañana me habré ido y tengo tan grabado este presente que ya lo echo de menos, es el mar, y la playa y la ventana a la que me asomaba, lo siento ahora y ahora también lo recuerdo, viendo como en la arena se alargan infinitas nuestras sombras a la hora del regreso.

Me dijo que si volvía la cabeza me convertiría para siempre en parte del paisaje del que quería irme, no lo hice, dejé atrás el vendaval borrando mi presencia de las cosas. Según aceleraba, la memoria proyectaba en el retrovisor del coche un barrido de imágenes de donde ya no estaba.

verano



Hoy me acerqué hasta el puerto a escuchar las canciones que graba la salitre en los rostros de mar. Qué poco importa todo a ritmo de habanera. Morirse en esta ausencia no es siquiera importante, tan solo adelantar el que otra vez te vayas, como el mar, es siempre como el mar, te vas porque sabes que vuelves. Esta música, parece que estuviera agarrado a la baranda de una vida que pasea su vaivén sobre los muelles, como cada uno de los rostros que veo, yendo y viniendo en cada barco.

Es noche, oigo todavía a los niños jugar en la plaza -el sonido bullicioso del verano- tal vez estén mirándose, como en las despedidas, y recuerden las voces de este día como un eco especial, al que dio forma un verano distinto, o quizá simplemente estén jugando, aprovechan el tiempo que les queda antes de regresar a su rutina, antes de que la vida distancie más y más este último verano.

Te irás como la luz de este septiembre recordando estos días, nos iremos, habitaremos espacios que no existen, por los que el tiempo ya pasó sin darse cuenta de que, nosotros, nos quedábamos; nos iremos, cuanto más larga nuestra sombra antes se irá también, igual que el mar se lleva los castillos de arena al subir la marea y la luz nos recuerda que es hora de regresar a casa.

                       De mi Banco de...              Para que no me olvi...              De Pancho Salmerón           ...