Digo:
si lo que veo ni siquiera despierta en mí curiosidad, mejor cierro los ojos… Y
entonces reaparece todo lo que deseo, compongo ilusiones que tengo grabadas en
la retina de mi memoria, imágenes sentidas con la nitidez del amor o del odio,
sabores que son fotos de donde un día estuve… Es otra realidad en la que estoy
a gusto mientras pasan los días sin abrir los ojos: un viejo en un sillón, un
anciano en la cama, alguien que no despierta después de un accidente... Pero
escucho la vida, está ahí afuera y tendré que asomarme aunque ya sepa a dónde va a llevarme… Poner el ojo en una
mirilla es un camino de soledad
24.6.14
16.6.14
ovejitas
Fue el día tal del mes cuanto cuando te soltaste de la pared y como si nada echaste a andar hasta agarrarte a mis
pantalones mirándome sorprendida y riéndote después sin duda al ver mi cara de
sorpresa… Es un ejemplo, puesto que no fue un día, fue un instante, pero es una forma de hablar y así
recordamos, tratando de encuadrar en el tiempo, en un día, los recuerdos, o al menos yo,
que me obsesiono con porqués y momentos y días en que tal o cual cosa sucedió…
Tuvo que haber un día, comienzo mientras trato de dormirme, en que algo se rompió,
decidimos sin tener que hablarlo ser como los demás y dejamos de vernos pasando
a formar parte de la espalda, de la piel, de caber en la mano uno del otro sin la necesidad de vernos. Y me salen a cuenta días de disgustos, de enfados,
de cansancio, pero no logro dar con el día que dejamos de vernos, el día que la
luz se apagó antes que nuestros ojos, el que estaba dormido y no me
despertaste, el que cerré los ojos para que no me vieras, el que hablamos
después de la luz apagada. Tal vez no lo recuerdo porque fue el primer día de
todos estos días que trato de olvidar… O porque no ha pasado -que todo me lo
invento... O que cierro los ojos porque sé de memoria quien ocupa mis sueños y
no logro acordarme si he dejado de soñar algún día...
3.6.14
crónica urbana
Ayer salí a la calle para dar un paseo por la
historia, un rey no abdica del trono todos los días, estoy en Madrid y tendré
algo más que contar a mis nietos (tendré algún día nietos?). En fin, que quise
oler el trapo antiguo y tricolor, saber si el disolvente a que estoy sometido
había dejado algo de chicha por mis venas, y me acerqué a Sol. Madrid estaba
magnífico, sin tráfico apenas, me pareció que poca policía, y concluí que era
normal que, hoy, el ministro del ramo no quisiera más flores para adornar su epitafio
-algún día-, y aunque no era esa luz que a veces duele al envolver las calles
de ternura romántica, no estaba mal tampoco, era clara, brillante todavía a las
ocho de la tarde. Tengo, últimamente, muchas dudas sobre la izquierda en mi
país, sobre mi posición política personal, que siempre creí tan clara, y
concluyo que debo todavía pertenecer a esa casta (que actual me siento), sencillamente
porque me lo pregunto. Llegué a Sol, estaba lleno y había muchas banderas, casi
todas de plástico, se vendían panfletos –no se regala nada-, se gritaban consignas
sin llegar a ser una, y sobre todo se fumaba, mayoritariamente. Subí por
Canalejas hasta Las Cortes y crucé al Prado, donde estaba mi moto. Me cansan
estas cosas, tanto ir y venir transido de nostalgias y de descreimiento. Tomé
un vermú en el Rodri y recordé a
mis abuelos. Eso sí me sentó de maravilla.
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