Llevo días queriendo escribir (para no caer -del todo- en
ese abismo de nostalgia gaucha con que nos amenaza Jonas o esos lapsus de
tiempo tan comunes en la
China,
la Pajarita o en
la Rana fotógrafa, que solamente
Ella y
sus preguntas cosmico-musicales mantiene en vilo lo que va quedando de estos
cuadernos un día tan importantes)… Bueno, al hoyo, que no sabía si cagarme en
la crisis, en la corrupción, en Madrí, Madrí, Madrí, en los profetas del origen
y destino de Cataluña, en la navidad, navidad, mierda de navidad, en el
gobierno sin más porque no dan una que me guste, en los reyes godos o Borbones
por mamones…
Pero no, para animar el año no hay nada comparable a un
piel con piel, colar mis dedos entre el cabello blogueril, recuperar más calma
y menos chicha, que sea la ternura quien provoque cositas sencillas, desnudar
un adiós y quitarle con tacto los zapatos mientras lo acomodo en el sillón,
volver a ver el mar como veo la leña crepitar en el fuego, abrir las manos y
decirle a la esperanza que se suelte el pelo, que voy, decorar con palabras
sacadas de los blogs los techos de mi piso… Eso, lo de los techos y lo de las
palabras: las sumergidas, las bonitas y raras, los verbos intransitados… Así
que os dejo un deseo en los labios de
Zenet, mientras espero…