23.11.12

chocolate














Me hubiese gustado sacar la cabeza fuera para sentir el vértigo de una velocidad irrespirable, de fórmula uno... Antes se podía. Recuerdo bajar la guillotina de la ventana y asomarme hacia el viento con cuidado por si venía un túnel, ver hacia atrás a otros que, como yo, se divertían echando un pulso a aquella velocidad de Rías Baixas... ¿A cuanto irá?... Por  lo menos a cien... Y el ruido, el traquetreo mecánico de la bielas... Barcelona a veinticuatro horas con suerte era lo más exacto que se podía predecir desde Vigo... Hoy he tardado dos horas y media dese Madrid, ni un segundo más, un viaje hacia el atardecer, interior, tratando de entender el sistema de amortiguadores que trabaja en silencio debajo de tanto kilómetro por hora... ¿Para qué?... Y me acordé del chocolate... Solamente hace falta algo dulce, del otro lado, para que devoremos el camino...

4 comentarios:

  1. Tengo en mente ese viaje en tren prometido a Pontevedra que nunca hice. Debo ser la única de la familia que no ido con la tia P. Todavía espero. Bicos

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  2. 22 horas exactamente, Vigo-Barcelona. E sen cafetería. Iso si, facíanse amizades para a eternidade: o mesmo que duraba a viaxe.

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  3. Anónimo23.11.12

    Pra a maioría iso de chegar axiña é o maior progreso do noso mundo privilexiado (perdón, desarrollado, disque). O que nunca sei é pra onde imos con tantas presas... Co ben que senta unha longa viaxe pra desarrollarnos!!
    Polo tanto, supoño que colliches o tren, non perdiches a maleta e chegaste axiña ben contento, pois sempre fuches un lambón.

    Bicos

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  4. Anónimo23.11.12

    Yo, en cambio, cuando decido ir (todos los años) a Vigo, es en avión. Tengo prisa por asomarme a la playa de Patos y contemplar las Cíes. Si encima me dan chocolate en el viaje... vamos, para morirse del gusto. Lo malo es que no me lo dan. Bicos. Minervina.

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                       De mi Banco de...              Para que no me olvi...              De Pancho Salmerón           ...