Tenía un mapa de ciudades pequeñitas
que pronunciaba como olas,
de a dos:
Porto, Regua, Lamego, Foz Côa, Barca de Alva...
Un mapa de sonidos impronunciables
y bares subrayados que no tenían nombre.
Un mapa de silencios sordos y caminos de atemperar el alma
a fuerza de chapuzón entre el paisaje.
Un mapa de sensaciones en relieve
para perseguir soledades con los dedos.
Un mapa de perderse y para que me encuentres,
por si me buscas.
Está claro que lo tuyo es la fotografía, señor Condado. Pero se te ha olvidado la puerta abierta. Minervina.
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