
Esta mañana al bajar, muy temprano,
me encontré con veintinueve años
colgados de un imán, en la nevera,
pero al abrir la puerta era mi pecho
y una golondrina acurrucada en mi mano.
Le conté que la vida
me había hecho el encargo de cuidarla,
y se lo había jurado,
luego, al cerrar la puerta,
recordé que no había desayunado
abrí el pecho y venías a traerme
un zumo y una tostada en la otra mano.
Pero hija, si estás de cumpleaños!
Cierra la puerta, me dijiste,
me estoy quedando helada.
De verdad que no sé cómo puedes soportarme.