9.1.10

certeza




A veces me le escapo a esta soledad mía, dejo durante días todo lo que hasta entonces ocupaba mi tiempo, me vacío, y habito en ese estado inapetente, comiendo galletas, viendo televisión, conduciendo, y así... Pero siempre hay un día después que comprobando ante el espejo mi estado lamentable, decido finalmente afeitarme y ponerme por debajo del polar y el abrigo, algo blanco, una camisa bien planchada y sin cuello -evidentemente. Meto entonces en el bolsillo además del pañuelo y la navaja, la visa, y dejo que los demás mortales comprueben que no es voz lo que falta en mis sentidos. Solo que en días así, la cabeza se libera de pájaros y además de ir al cajero y saludar a los vecinos, notas, en el aire, que tienes que hacer algo ... Los mercados de viejo son como enciclopedias del no saber qué hacer, abres en la página cualquiera y encuentras algo interesante dónde volcar los próximos minutos... La ciudad que elegí hace acopio de artesanos y hippies para adornar sus calles en navidad, pero también, escondido detrás del número de un edificio, te permite entrar al interior de una manzana donde todo está en uso y en desuso, oxidado, esmaltado, cuarteado, o sea, viejo de verdad. Caminando hacia allí tropecé con una banqueta en una callejuela estrecha, detrás de ella, una chica sentada en otra banqueta y sobre la primera -con la que tropecé- un cartón doblado anunciando lo que vendía: estabilidad emocional. Pensé enseguida que aquel cebo se dejaba para que idiotas como yo preguntáramos. Y pregunté. Me apetecía discutir con aquella chica que, sabía, pretendía engañarme y sacarme unos euros, pero, por otro lado, el método empleado era atractivo y, además, estábamos en navidad... ¿Cómo se puede vender eso? le dije. Me senté y después de los saludos de rigor y las sonrisas desconfiadas, no sé cómo, empecé a relatar la historia de mi vida, a abrir cajas, hablando de mi mismo, de mi bienestar económico y laboral, de las dudas que tenía sobre mi estado psíquico, de mis emociones, de mi falta de personalidad, de mi desconfianza, de mi poca estabilidad psicológica... No podía parar y cuando, después de mucho tiempo, me di cuenta, le pedí mil perdones, que cuanto le debía y sin saber ni cómo, si quería comer conmigo, que no sabía en dónde, que yo no era de allí... Ya en los postres, ella comenzó a hablarme sin dejar, ni un instante, de mirarme a los ojos, estaba sorprendida de mi falta de confianza en mi mismo cuando, por lo que le contaba, y estaba segura de que todo era cierto, era, según su parecer, una persona sensible que simplemente se cuestionaba aquello que tendría que dar un poco más de sentido a su vida. ¿Y entonces? le pregunté ¿Por qué no soy feliz?. Si que lo eres, me dijo, simplemente no tienes la certeza de serlo. ¿Certeza? le dije, eso es más complicado que la estabilidad emocional, no? Y entonces, poniéndose muy seria me lo dijo: actúa de una vez y deja de pensar tanto...

¿Sabíais que los besos con sabor a café sin azúcar son increiblemente dulces?

6 comentarios:

  1. Claro que devias actuar mais, mas antes, repara bem:
    Na primeira vez que decides actuar perdes-te em beijos com uma padecente de diabetes mellitus???
    Não será melhor pensar ainda mais, mais, sempre mais antes de partilhares os cafés com qualquer uma bruxa adoentada que te dá duas de treta?

    (hehehe, fodi-te outro modem!)

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  2. :)

    Aún no sé qué decir desde la primera vez que lo leí, pero dejo de pensarlo tanto y actúo: mi aplauso para usted, Condado.

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  3. Bruxa adoentada Jonas?, não sabes bem... E som eu quem não pode tomar açúcar..
    (comprei tres modems, por si acaso, que a bruxa deume o seu email)

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  4. Mejor, Ra, a ver si pienso de una vez y dejo de actuar tanto, no?

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  5. Carallo, renaciches ben renacido! Xa me estaba eu angustiando máis da conta. E non teño visa.

    Café sen azucre? Vou ter que probar a bicarme entón. Non sei se vou dar feito.

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  6. Ah!, assim, sim: Bruxa con email já é outro luxo.
    Continua então 'pensando' e 'praticando' doçuras por essa Galiza afora!

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