2.4.16

desayuno

















Me llegan de La Plata, aunque bien saben que aquí pueden comprarse.
Pienso en el milagro magrebí, nectar de pan y miel que en Iberia alguien compactó entre dos obleas endulzando al-Ándalus y que llegó hasta América, donde alguien sustituyó el pan por la galleta. Pienso en el cambio tierno y por mi culpa (las alergias) de la miel por el dulce de leche, en la llegada del chocolate, en las variantes de Perú, Méjico, Chile y Colombia que no conozco. Y en Argentina, claro, que según estadísticas, en el año dos mil seis consumió seis millones de alfajores al día (yo estaba allí, ayudando en lo posible). 
Desayuno deleitándome en la magia de los encuentros, de las migraciones, del color, del olor, en lo que nos perdemos cada vez que no cruzamos una frontera, cada vez que no traspasamos un límite, en los emigrantes, los refugiados.


Alfajores Havanna y café de Etiopía endulzado por azúcar de caña de Cuba.

Pd: la cucharilla es portuguesa, la taza China, la cafetera Suiza, el agua de aquí, de Cambados y yo de todos estos sitios.

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