Llego
desde los días otra vez a mi casa. Siempre que abro la puerta me pregunto para
qué. Tengo ante mi un horizonte interminable, todo un fin de semana vacío como
un folio. Y voces como ecos. Podría crear cada palabra que ahora siento si no
estuvieran ya tan perfectamente inventadas para definir este paisaje... Entre
tanto desorden he encontrado algunas cosas, un chupito de cristal y el Oban que
alguien trae, de vez en cuando, para que no me olvide de un verano en Escocia. Me
he puesto a ver las fotos. Todo lo que he amado pervive en la memoria de un
papel o de una pantalla digital, la memoria no muere, solo se muere el tiempo,
ya que nunca regresa lo perdido por más que se desee... Las palabras no salen
en las fotos, cuanto más las silencio más perviven, se acumulan también, como
las fotografías, pero al borde de los labios y de mis pensamientos, formando
el álbum de todo lo que no me atrevo a pronunciar, del daño que me hace hablar
de ciertas cosas, de casi todo lo que quise, lo que quiero tanto…
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