Llego
desde los días otra vez a mi casa. Siempre que abro la puerta me pregunto para
qué. Tengo ante mi un horizonte interminable, todo un fin de semana vacío como
un folio. Y voces como ecos. Podría crear cada palabra que ahora siento si no
estuvieran ya tan perfectamente inventadas para definir este paisaje... Entre
tanto desorden he encontrado algunas cosas, un chupito de cristal y el Oban que
alguien trae, de vez en cuando, para que no me olvide de un verano en Escocia. Me
he puesto a ver las fotos. Todo lo que he amado pervive en la memoria de un
papel o de una pantalla digital, la memoria no muere, solo se muere el tiempo,
ya que nunca regresa lo perdido por más que se desee... Las palabras no salen
en las fotos, cuanto más las silencio más perviven, se acumulan también, como
las fotografías, pero al borde de los labios y de mis pensamientos, formando
el álbum de todo lo que no me atrevo a pronunciar, del daño que me hace hablar
de ciertas cosas, de casi todo lo que quise, lo que quiero tanto…
26.9.15
21.9.15
auto
Me he comprado una vida y no doy hecho: el foco anda y desanda al intentar poner el número de años; la tarjeta tiene un límite de tiempo tan escaso que me hace repensar si en verdad tiene uso; hay una aplicación que profundiza el horizonte de recuerdos casi ilimitada y con tantos modos de visión, en tantas pantallas, que no salgo de casa (en esto se deben gastar los megapíxeles)... Que cumpla con los cánones de calidad europea no sé a qué se refiere y en todos los ordenes tampoco... Hay un botón enormemente verde, en el lado derecho, que pone auto y que voy a pulsar, creo que lo merezco, no sé si más o menos que otros, pero a mi el sacrificio realizado hasta ahora me parece excesivo, tengo la voz cansada, y los pies. Imagino así a Tsipras estos últimos días, con su tarjeta en el bolsillo y al final también: auto... La vida de corrido, sin nada que pensar, en automático, hasta hacer polvo el límite
19.9.15
los pasos
Un reloj viajero el que aquél día tenía entre las manos. No
sé porqué mi hermana consideró que yo debía tenerlo pero me lo dio. Yo sabía
que era de mi abuelo pero no que él lo heredara de su padre y que este lo
trajera de Brasil, a donde había emigrado. No abrí la tapa hasta llegar a casa
obedeciendo las instrucciones de mi hermana, y comprobé que no solamente la
hora se correspondía exactamente con la hora en que estábamos sino también la
fecha que figuraba grabada en la tapa. Mientras escuchaba el cliqueteo mecánico
y delicado pensé que mi hermana lo habría llevado a grabar para señalar el día
en que me lo entregaba, ella siempre ponía toda su atención en los detalles por
pequeños que fuesen… Días más
tarde al abrir el cajón de la mesilla me encontré de nuevo con el reloj y me
llevé una agradable sorpresa al comprobar que todavía estaba en hora. Me
propuse verlo cada día y comprobar cuanto tardaba en acabarse la cuerda, contento
de ser el dueño de una máquina tan bien construida…
Pero pasó un mes y dos meses y el reloj seguía funcionando…
Lo llevé a un relojero para que me dijese cual era el secreto. No lo había. Al
llegar a casa lo abrí de nuevo y lo colgué rodeando con su cadena un cuadro de
la pared frente a mi cama. Al abrir la tapa la fecha que yo mismo había visto
grabada con un punzón marcando el día en que mi hermana me lo había dado había
cambiado para el día en que estábamos como si se tratase de un reloj digital…
Debajo de la lámpara de mi mesa de trabajo ayudado por mi
pequeña navaja me decidí a verle las tripas. Inserté el filo entre las dos
tapas del reloj y presionando un poco logré abrirlo: clac… El interior de un
reloj es siempre mágico pero este además era increíble, cada pieza era de un
metal diferente, tan nuevos y tan relucientes que parecía que fuese la primera
vez que alguien lo abría. Separé con cuidado la esfera superior de cristal para
ver las minúsculas agujas y decidí pararlo, no, retrasarlo, darle hacia atrás
una hora…
- Una máquina impresionante, si señor, ya no se hacen cosas
así, me respondió el relojero al darme el reloj. ¿Le pasa algo señor?…
- Pero eso ya me lo dijo, ¿no se acuerda? ¿qué está
pasando?…
Cuando logré reponerme sin dar excesivas muestras de locura
y después de miles de disculpas regresé a casa. Debajo de la lámpara de mi mesa
con el reloj abierto estaba decidido a volver a retrasar las agujas, pero ¿cuanto?,
¿a dónde?... Mientras dudaba las detuve y la tapa iluminándose ligeramente
atrajo mi atención, la fecha grabada con punzón se movía hacia atrás con
velocidad, todo se movía y tuve que cerrar los ojos al notar, como un mareo, la
violencia de lo que me rodeaba… Note calma y abrí los ojos. Ya no estaba el
reloj. Mi mesa había cambiado ligeramente. La pantalla del ordenador estaba
encendida y yo releía una carta que estaba a punto de enviar. Me fijé en la
fecha: abril del 2009. Y después de releerla esperé mucho más tiempo del que
recordaba esperar aquella vez… De alguna manera el tiempo me dejaba actuar
sobre la vida para poder cambiarla, rectificarla… … … Fue un tanto melancólica la sonrisa, pero pulsé enviar
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