25.12.12
la verdadera historia de Santa
Se atrevió aquél día a dejar el ganado con los perros, cerrar la cancela y bajar a la aldea. Se atrevió por primera vez porque recordó, un día de nochebuena siendo muy pequeño, a su madre cantando y cociendo patatas, que era lo de siempre, pero esta vez con sardinas; el olor de la tartera y aquella canción en labios de su madre que le pareció un tanto triste: la nochebuena se viene, la noche buena se va y nosotros nos iremos y no volveremos más... Un día su madre no volvió y su padre vino a llevárselo con él al monte para ayudarle a cuidar el rebaño de ovejas y cabras de toda la aldea... Ni escuela, ni amigos, solamente las voces al ganado, los silbidos a los perros, un poco de ternura cuando nacía una nueva camada de Chispa, su perra, el amargor que le identificaba con la vida cada vez que su padre mataba los cachorros y aquella canción, la única que recordaba y que aquella noche le incitó a desobedecer a su padre y bajar a la aldea... En una de las ventanas, de las muchas que espió, vio una muchacha que le pareció de su misma edad y que cantaba; se acercó más hasta escuchar su canción, tanto, que ella lo vio y asustada dejó caer un plato... En otra ventana había muchas personas cantando y riendo alrededor de una gran mesa y un niño travieso que ataba los cordones de los zapatos a los que cenaban... En otra vio lo que muy bien podía ser su propia navidad perdida, una madre y un niño y una vela y un plato ya limpio y una canción en el aire que el niño escuchaba con atención... Antes de irse decidió ir a una última casa, la casa del prestamista, un poco alejada de las demás; había un hombre solo, recostado en la silla y roncando, un plato y una botella vacía sobre la mesa... Se acercó más para observar que, lo que llamara su atención eran monedas de oro, muchas monedas sobre la mesa y algunas por el suelo... No lo pensó demasiado, abrió una ventana de la parte trasera y recogió en un calcetín viejo, que estaba tirado en el suelo, todas las monedas que pudo... La madre seguía cantando y el niño, casi dormido, había recostado la cabeza sobre la mesa. Un árbol, el tejado, la chimenea y el ruido del calcetín al caer en el suelo mientras gritaba: ¡Oh, oh, oh!... ¡Feliz día de navidad pequeño!... ¡Oh, oh, oh!... ¡Feliz navidad!...
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Bonito texto. La Navidad es la mar de creativa, sí señor. Besos turroneros a quien me lea. Minervina.
ResponderEliminarQue sea leve el trece Minervina, leve y feliz.
ResponderEliminarTalvez tudo se tenha passado assim...
ResponderEliminarSó agora entendi o significado daquela meia (calcetín) do Pai Natal.
Sessenta anos para saber a origem de uma meia, é muito tempo, não achas?
;)
Estos relatos son un regalo de Navidad. gracias.
ResponderEliminarMuás por el doce, que el trece ya se verá... O no
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