11.8.12
Intersecciones
No sé si será vida o las intersecciones, los encuentros circunstanciales entre vidas de otros, los cruces y el espacio de nadie, o de todos, entre tal y cual punto. El caso es que aquí estoy, escuchando que hoy -primera del telediario- será el día más caluroso del año. Pensando en quien gobierna estoy seguro que esta degracia no ha de venir sola, que esto es solo el principio de una serie de días invivibles a los que, queramos o no, hemos de acostumbrarnos. Y que este calorazo que yo me como en Cádiz significa que en Berlín hace menos peor tiempo y corren la cerveza, bañadores y pieles por dorar en los parques pucrísimos sin memoria del sur.
Ya sé que existe el sur, o estoy en ello. Y tal vez porque llevo el pendrive lleno de ternura verde, ojos de vaca y lágrimas de buey, me siento autorizado -aunque no sé por quien- a decir que me gusta. Y me preocupa que una playa infinitamente compartida, como La Barrosa, no ocupe en mi memoria un lugar de ensoñación tan grande como Le Bois de Boulogne o Hyde Park. Bueno, me preocupaba. Ayer he visto cómo el poniente sacaba la goma de borrar acercando el horizonte, poniendo África al alcance de la mano, ahí detrás. He visto cómo un tomate y poco más se convertía en salmorejo. He saboreado el mar que corre dentro del corazón rojo de los atunes. Y al final, la sonrisa. Poco a poco. Cómo volvía la sonrisa a los labios de las vacaciones.
No sé si será vida o las intersecciones ese punto de blancos a lo lejos, entre lo que borra el poniente y lo que vaticina el norte. Esa perspectiva ante la que detienes cualquier impulso que prediga movimientos que lleven más allá del vaso de horchata helada o el whisky con hielo y mucha agua. Esa espera. La ola que se va dejándonos perplejos mientras la vemos alejarse más allá de cualquier esperanza, sabiendo que las burbujas que notamos bajo los pies son el presagio de un tsunami del que no escaparemos. Que tal vez sean estas, por mucho tiempo, las últimas vacaciones. Y ensayando la sonrisa, que habíamos olvidado, para cuando nos llamen. Porque llamar, nos llamarán a todos.
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Home, a min xa me chamaron dúas veces y non fixen nin caso. Disque á terceira vai a vencida, pero iso está por ver.
ResponderEliminarAproveita as vacacións, polo si ou polo non.
Pasa a veces, que como no vemos quien llama no cogemos el teléfono (al tener las gafas lejos). Cuando suba al norte te llamo, que tengo ganas de comer unha posta de vitela en Valdevez antes de que me quiten también la tarjeta de crédito.
ResponderEliminarMe llamaran,te llamarán,nos llamarán a todos,aquí no se salva ni dios...me apunto a lo de la vitela, Bicos.Joselito.
ResponderEliminarNon, se a outra cousa non, pero a comer aquí apúntase ata o apuntador. Parecemos mortos de fame. Ao mellor somos.
ResponderEliminarEncargo unha cacha de vitela, non se vaian a apuntar mais mareantes. Abrazos.
ResponderEliminarYa que nadie me invita a la vitela, compraré un sombrero de cocinera y os la haré a la brasa con patatinas fritas. Ya veis que soy buena y me conformo con servírosla. Será todo un honor. Minervina.
ResponderEliminarBello texto.
ResponderEliminarUn poco lejos de Asturies, pero ya nos comeremos otra poniéndonos de acuerdo en cual es el punto intermedio entre verano e invierno, Minervina
ResponderEliminarObrigado, ella, espero que este verano se dén bien, o igual que el pasado, todos los productos de su huerta
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