Llego al Ritz y me saluda
el portero cuando acabo de aparcar en su puerta mi moto. La costumbre. Prado y alrededores.
En domingo mis comercios preferidos están cerrados, con verjas que no dejan
apreciar si hay algo nuevo en los escaparates. Frente al cristal oscuro de una
cafetería me veo reflejado: no soy más que un turista. El tiempo que aquí llevo
solamente ha servido para llegar sin dudas y sin Metro a los mismos lugares a
los que antes venía cuando estaba de visita en Madrid. Prado y alrededores. Ya llevo el tiempo justo para decir que si, que vivo aquí, pero que no me
encuentro, sigo siendo un turista que camina sus calles viendo edificios, monumentos,
esculturas, jardines, escaparates, intentando llevarse en su memoria o en su cámara
fotográfica el tiempo pasado en la ciudad. La sensación es rara: te atrapa pero
no te hace suyo; a tu pasión de amor solo responde con la suya de amante; te
hace sentir cerca y lejos, como un turista accidental…
He salido esta noche. Un
encuentro de amigos nuevos y alegres, pero después me he ido. La ciudad está
llena de esquinas que esperan un encuentro que hoy no será conmigo. Madrid es más
grande que el esfuerzo necesario para poder marcharse. Todas las direcciones
son prohibidas y los semáforos reducen la ansiedad hasta cansarte, esperar otro
día, otra luz, que algo cambie…
Yo se que no me haría en una ciudad tan grande, y lo has descrito tan bien que me ha dado hasta agobio.
ResponderEliminarBicos.