La casa del sastre
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Mientras mi abuelo pagaba en Valencia el haber traspasado la frontera con Francia por no tener-decían- delitos de sangre, mi abuela y sus dos hijos no tuvieron mas remedio que refugiarse en el pueblo de su madre, lejos de los conocidos que sobrevivieron con éxito la guerra en Madrid. Mi madre recuerda del pueblo de su abuela Bernarda estar frente la casa del sastre -un lejano familiar que los acogió- y que cuando las vecinas preguntaban por su padre tenía que decir: con Franco, con Franco.
Hace muy poco llevé a mi madre y a mi abuela hasta Salamanca y nos arrimamos a la orilla del Duero para visitar el pueblo de mi bisabuela Bernarda. Hay una gran iglesia en la plaza, en el medio del pueblo, que ni una ni otra recordaban en absoluto. Luego si recordaron al salir del centro por una callejuela estrecha, la casa del sastre y la cuesta hacia el lavadero a donde iban todos los días. En los meses que pasaron allí no habían conocido ni tan siquiera el pueblo donde vivían. El horror convirtió a mucha gente en topos y a otros como a Bernarda les quitó el habla. Mi abuela, a la que seguimos llamando Nena, que era como mi abuelo Juan, su marido, la llamaba, estaba contenta por el viaje hasta el pueblo de su madre que conoció conmigo en pocas horas, pues, me dijo, nunca había visto los arribes del Duero, los cañones que forman en curvas trazadas, las viñas cayendo en cuestas infinitas, pues, en cuanto pudo se marchó de allí, sin avisar, de noche, como había hecho su madre. Yo la escuchaba pasmado ante la belleza de los arribes soñando con vivir allí, aunque tal vez, del otro lado del río.
O pasado en ruínas recórdanos a ruína que seremos. Mesmo así, das ruínas nace o mato e do mato o bosque.
ResponderEliminarHai pouco lein El Corazón Helado, de Almudena Grandes. Está cheo de historias pequenas da época de Franco, da guerra civil..... que de algunha maneira lémbrame á Bernarda.
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