Uno sabe perfectamente en dónde está el armario
en que guarda el abrigo pero no puede abrirlo -ha perdido la llave- y transita
a disgusto por esta primavera que le mudó la piel y no se llevó el frío que le
cala los huesos. Como el olvido…
Uno piensa en la piel, el día en que también se
creyó que era abrigo, y se pide perdón por romper el dibujo del hombre con
quien lo han confundido…
Y se mira los pies en vez de al cielo, comprueba las raíces que nos atan al suelo, las veces que el amor nos lleva a lo que odiamos, los edificios que recortan miradas que buscan horizontes, los guardamuebles llenos de recuerdos, de abrigos…
Uno piensa en la luz negra de la soledad que hace
brillar deseos en un escaparate. Pero pasa de largo, haciendo sombras a la
ciudad que no tiene siquiera una silaba del nombre en el que piensa…