27.2.14

sepia
















Al abrir un abanico vemos el aire que es imposible vallar, como el recuerdo, los sentimientos, el aliento que llega a través de una alambrada o los besos que los niños se mandan por el aire cruzando el espacio entre sus miradas. El color sepia hace que sea el mismo corazón el que duela, los mismos dedos los que elijan tocar antiguas cosas, las mismas cosas debajo de las cuales hay más cosas que no tiramos nunca porque son como la huella de un dedo que te dice quién eres, como las lágrimas, tan viejas, que caen y regresan a los ojos en el ciclo del mundo, de la vida, como la lluvia, como la sonrisa que al final sale por mucha pena que haya, cómo no va a salir, como los ríos... Hay que quererse mucho y yo lo intento, cuando repito tus palabras como repito todo, el aliento, tu boca, las canciones, los guiños, tus manos ancianas, tan torcidas, tan útiles, rozando al mismo tiempo y a través de los días, siempre las mismas cosas, como si nos dieran cuerda -decíamos- pero es que sin cuerda...

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