31.1.12

tránsito



Una piel es más que las palabras que cuentan una historia, más que el cuerpo que cubre. Y la piel de una cara es una historia andando por la calle con un gps de su vida: su cansancio, esa mueca, cada arruga... Es muy ruidosa esta ciudad y llevo el móvil pegado al corazón por temor a no escuchar si alguien me llama… Veo el anuncio de dos cuerpos desnudos, abrazados, cayendo en el agua, y mi deseo entra en la intención del anuncio de seguros… Me pregunto si me verán así también a mi, escondiendo arrugas, soledades o sueños  debajo de una piel tan explícita; si se preguntarán donde pongo las fuerzas que me quedan y a dónde me llevarán los pasos, los que doy, los que me quedan...

25.1.12

los días



La claridad se come la luz de las farolas. Es la hora en que las vías escupen indigentes. Los veo pasar por el descampado que hay bajo mi ventana, cruzan de norte a sur con carritos vacíos, sin hablar. La claridad que avanza, el ruido de los coches sobre el puente que une una orilla y otra de las vías de Atocha, las siluetas de los edificios, las luces que se apagan, los despertadores vecinos, las duchas, las cisternas, las cocinas, una ambulancia lejos… Alguien ha puesto en marcha la mecánica urbana, como si dieran cuerda a un día en la ciudad. La gran manzana y el bocado... Humedecer el cielo de un paladar tan seco


de Hilario Camacho: Madrid amaneceTristeza de amor

18.1.12

palabras


Quién no está necesitado de palabras?

Estoy pensando en una máquina expendedora que -por el precio que sea- se alimente y nos alimente de lo que escucha, de lo que se le pide. Y tendrá que ser una máquina, para asegurar el servicio a cualquier hora, sin depender de la noche o el día, que a veces se nos para la vida por no tener la palabra acertada entre los labios y no podemos para eso depender de un funcionario, de su humor, de cómo le va el día o si le gusta o no el turno de noche. Una máquina porque si se nos niega una palabra no sabremos buscarla y así será el azar quien, en ese momento, tenga nuestra vida entre sus brazos, o nuestros sueños, nuestros sentimientos... Depender de que el azar nos traiga la palabra precisa hasta la boca y podernos decir al cabo de los años: fue el azar, amor mío, mas pudo muy bien ser de manera distinta. Y saber que el azar no se confunde nunca cuando es lo que buscamos... Yo ayer giré con fuerza la ruleta. Esa era la palabra: ruleta.

perros

                       De mi Banco de...              Para que no me olvi...              De Pancho Salmerón           ...