Siempre la he querido sin que se diese cuenta, he pasado a su lado, sin más, pero dejándome ver, contorneando su cintura, perdiéndome entre sus bosques y llegando a sus cumbres, como uno más... Recuerdo esta ciudad desde que a los catorce años me lavé la cara en sus fuentes a sabiendas de que la tradición, si se cumplía, amenazaba con casarme aquí... La recuerdo a los diecisiete en las historias que contaba Xoán, un agricultor de Manzaneda que cuando vendía vino, venía de putas a la ciudad... La recuerdo en las paradas obligadas en el bar siempre abierto de la estación del tren, dónde calentábamos el cuerpo con café antes de subir a cazar a los montes del Rodicio o a San Xoán do Río... Recuerdo esta ciudad en boca de admirados amigos, en una cena delirante con Pousa y Casares en la que comprendí qué era partirse de risa. La recuerdo de punto de partida en una novela que me impresionó y de la que no he visto todavía la versión cinematográfica: Arraianos…
Me detengo en un bar
que ofrece lacón con grelos y chorizo en agosto... Diosss!... Pero voy de
antojo-retrospectivo y digo: venga! pero media (la mala conciencia)... Y me lo
dan seco, en fiambre, delicioso... Este es mi país: Ourense: cocido seco, jazz
cada jueves en el Latino y en abríl en la calle, outono fotográfico,
festival de cine, teatro, diez mil bares, pequeño comercio y peatonalización de
media ciudad…
Creo que, al final, nos entenderemos
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