Ayer salí a la calle para dar un paseo por la
historia, un rey no abdica del trono todos los días, estoy en Madrid y tendré
algo más que contar a mis nietos (tendré algún día nietos?). En fin, que quise
oler el trapo antiguo y tricolor, saber si el disolvente a que estoy sometido
había dejado algo de chicha por mis venas, y me acerqué a Sol. Madrid estaba
magnífico, sin tráfico apenas, me pareció que poca policía, y concluí que era
normal que, hoy, el ministro del ramo no quisiera más flores para adornar su epitafio
-algún día-, y aunque no era esa luz que a veces duele al envolver las calles
de ternura romántica, no estaba mal tampoco, era clara, brillante todavía a las
ocho de la tarde. Tengo, últimamente, muchas dudas sobre la izquierda en mi
país, sobre mi posición política personal, que siempre creí tan clara, y
concluyo que debo todavía pertenecer a esa casta (que actual me siento), sencillamente
porque me lo pregunto. Llegué a Sol, estaba lleno y había muchas banderas, casi
todas de plástico, se vendían panfletos –no se regala nada-, se gritaban consignas
sin llegar a ser una, y sobre todo se fumaba, mayoritariamente. Subí por
Canalejas hasta Las Cortes y crucé al Prado, donde estaba mi moto. Me cansan
estas cosas, tanto ir y venir transido de nostalgias y de descreimiento. Tomé
un vermú en el Rodri y recordé a
mis abuelos. Eso sí me sentó de maravilla.
A ti o que che fai falla e un paseo polo río, pola beira ou polo medio (en gamela, claro), que tanto fume non pode ser bo para a cabeza.
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