Se trataba de un vientre preñado de mujer, blanco y pegado a una pared igualmente blanca. Eso recuerdo, una pared blanca, nada más, y el público y yo mismo parados, viendo eso: una pared blanca enfrente de nosotros. Comenzamos a andar desperdigados y asombrados por la sala pues, cuando te movías a un lado u otro, la luz que entraba desde el techo creaba sombras desde aquel vientre de mujer que sobresalía de la pared; nos movíamos y se creaba la luz y las sombras y los matices; el blanco y los tonos de gris según la sombra se acercaba más o menos al vientre... Como la vida... Como la ternura... Arrimé mi oído al vientre de yeso pero no escuché nada, aunque por un momento pensé que allí estaría el latido del mundo.
Hoy recordé aquella instalación en la Tate Modern al entrar al taller del fotógrafo Chema Madoz y ver fotografías desmanteladas, quiero decir, sacadas del papel y pululando por su taller, fuera de contexto, como el recuerdo de la metáfora a la que sirvieron. Os invito a entrar en su casa...
http://www.chemamadoz.com/d.html
Me gusta la combinación de la fotografía. Es original y hasta polisémica si nos empeñamos. No conocía al tal fotógrafo. Gracias, Condado por ponerme sobre la pista. Un abrazo. Minervina.
ResponderEliminarFantástico em todos os sentidos da palavra o trabalho deste fotógrafo. Graças por compartir.
ResponderEliminar[Off-topic: agora vejo-me obrigada a tomar um vasinho de porto só para justificar o comentário! ;-) ]
Ao final acabará alcohólica mesmo... :)
ResponderEliminarDe nada, Minervina. Seguiremos informando de lo que a la piel toca...
ResponderEliminarOh!!!
ResponderEliminarMe han gustado mucho ahora que estoy metiendome en el mundo de la habitacíon a oscuras....
ResponderEliminarUn bico. por cierto me has tenido en ascuas, no podia entrar en tu blog sin invitación, creí que habias dejado de quererme.