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Hay vagones como salas de espera de hospitales,
sobrellevando enfermedades y sufrimiento
con ansiedad de raíles infinitos:
paralelamente.
Y días rotos,
rotos como los cuerpos
de pensamientos rotos,
descosidos,
de orillas enfrentadas por la violencia de un río,
siempre corriente abajo,
abajo.
Y días nuestros,
como las manos nuestras,
como la piel y el agua que mana de nosotros,
la boca y los oídos y los ojos que somos.
Que no olvidamos.
Incluso hay días que no sabría yo cómo definir porque me falta sabiduría o intuición o palabras para calificarlos. ¡Menos mal que son los menos! Pero "haber haylos" como decimos , también, en nuestra tierra astur. Minervina.
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